Seguimos con la racha del buen tiempo; las mañanas soleadas acompañadas con los cantos de los pájaros y los alrededores llenos de flores y color. Por las noches, el aire fresco, a veces una ligera lluvia y la luna creciente. Los escenarios son perfectos, entonces ¡vámonos de pique-nique!
El origen de esta palabra francesa “pique-nique” (con pronunciación picnic), se deriva del verbo “piquer” (picar) y “nique” (palabra del s. XVIII para referirse a una cosa de poco valor). Existen otras teorías que lo relacionan al anglicismo “picnic” de verbo “pick” (escoger/coger).
En la Edad Media, tanto los nobles como campesinos, solían comer al aire libre durante sus viajes. La mayoría de las veces era una comida práctica, no tan elaborada y para compartir. Aprovechaban de las áreas verdes o lugares agradables, normalmente en compañía y disfrutando del sol.
En este sentido “pique-nique” se convirtió en la comida o merienda tomada en el campo. Una comida campestre (RAE, 2020). Posteriormente en el siglo XVIII se volvió una actividad realizada por los aristócratas y fue hasta el siglo XIX que se popularizó y dónde todo mundo disfrutó de ir “de día de campo”.
Hoy en día no hay francés que no vaya de pique-nique, pues viven felizmente en la filosofía de Horacio con “Carpe diem”, la cual se refiere a disfrutar siempre el momento: “Aprovecha el día de hoy; confía lo menos posible en el mañana” (“Carpe diem, quam minimim credula postero”). Y viviendo de este lado del mundo, uno adopta de los buenos hábitos…
El pique-nique francés se basa en tres pilares básicos: el vino, el pan y el queso. No obstante, pueden sumarse las frutas como uvas, higos y los frutos rojos (todo de temporada). También jitomate cherry, embutidos y uno que otro ejemplar de la pastelería francesa. Lo más importante es convivir. Normalmente, cada persona aporta algo de comer. Por ejemplo, en mi último pique-nique, los mexicanos llevaron palomitas y verduras con tajín, los venezolanos arepas y una chica vegetariana, aportó hummus y ensaladas deliciosas.
El mantel de cuadros y la canasta es un cliché, muy caro por cierto. Puedes encontrar canastas muy básicas o pequeñas en alrededor de $1000mxn. El mantel de cuadros rojos y blancos o mantel Vichy, está relacionado con una pequeña ciudad en el centro del país, que lleva el mismo nombre y dónde se originó ese tejido en manteles y servilletas.
Si optas por usar estas dos cosas, sabrán que eres turista. De cualquier manera siempre es necesario llevar una manta para poner sobre ella los alimentos. Elige un lugar bonito y déjate disfrutar del estilo francés

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