A propósito de la celebración del día del niño y la niña, quisiera hablar sobre un problema social que enfrentan todos los días: la trata de personas, que lo mismo vulnera la vida, que la libertad, la integridad y la dignidad.
Si atendemos la información oficial, se recibieron apenas cinco denuncias por posible trata de personas., sin embargo las desaparición de niñas, niños y adolescentes en esta entidad vinculadas a la trata de personas es incalculable.
Pero más allá de las cifras de niñas, niños y adolescentes desaparecidos, es común referir las historias de Huehuetla, San Bartolo Tutotepec o Tenango de Doria, que abandonan a sus familias, tras la promesa de una vida mejor y que son acogidas como empleadas domésticas, son explotadas y algunas nunca regresan a sus comunidades; en las adolescentes de Tula o Tepeji del Río cuyos rostros se viralizán a través de las publicaciones de Alerta Amber y que son buscadas desesperadamente por sus familias tras descubrir que fueron contactadas por un desconocido que les prometió ganancias millonarias en algún bar y no volvieron a casa.
Jóvenes de Ixmiquilpan o Santiago de Anaya, Cardonal o Tasquillo que desaparecen tras el paso de reclutadores y traficantes ilegales, que aprovechan la vulnerabilidad del Valle del Mezquital para captar a nuevas víctimas destinadas a la explotación sexual (una de ellas fue raptada y logró fugarse en la Central del Norte, otra desapareció al salir de su escuela y tres meses después fue localizada en el norte del país obligada a prostituirse.)
Todas estas historias revelan las diversas modalidades de la trata de personas en las que la pobreza, marginación, segmentación social y persistente desigualdad que son los mayores obstáculos para el sano desarrollo de la niñez y adolescencia sobre las que vale la pena reflexionar, más allá del día del niño y la niña

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