En los últimos días los partidos políticos depuran su estrategia para competir en la elección del próximo mes de junio. Lo hacen de cara a un proceso muy competitivo, que prácticamente parte en dos la escena ideológica nacional.

Por un lado, Morena y sus aliados y por el otro el PRI, PAN, PRD y grupos empresariales identificados con la extrema derecha. De tal suerte que la oferta política se reduce a votar por Morena o en contra de Morena.

Ciertamente, hay otras expresiones políticas, pero decía al principio que con posibilidades de ganar solo hay esos dos bloques, quienes simpatizan con el gobierno actual y los opositores en su nueva expresión multicolor.

Un claro ejemplo que la política electoral tiene actualmente dos caras, es la ampliación de la coalición que se hará en Hidalgo. En un principio, Morena y sus aliados acordaron ir juntos en solo dos de los siete distritos electorales federales y en 14 de los 18 distritos locales. No obstante, al darse cuenta de que el otro bloque político tenía acuerdos en más demarcaciones políticas, se decidió ampliar el acuerdo de coalición.

En este sentido, los aliados de Morena (PVEM, PT y Nueva Alianza Hidalgo), tienen previsto participar en 16 distritos, dos más que el anterior acuerdo (Villas del Álamo y San Felipe Orizatlán) y en los siete distritos federales.

Esta posible alianza se encamina a tener un escenario en blanco y negro. Con solo dos opciones reales que a su vez abonan a la reconfiguración partidista en México. Es decir, de ahora en adelante, quedará formado un bloque a favor del gobierno que encabeza López Obrador y uno opositor al actual mandatario federal.

Con todas las reservas del caso, pero el escenario es muy similar al que se presentó en México en el siglo XIX, en donde se hacía política a través de dos grupos ideológicos: liberales o conservadores. Una clasificación que utiliza con frecuencia el actual presidente cuando se refiere a Benito Juárez, figura principal del liberalismo mexicano.  

Lo que llama la atención dentro de este esquema son las otras opciones políticas. Sobre todo, aquellas que no están arropadas por un instituto político. Me refiero en particular a los candidatos independientes, quienes pudieran romper el cerco ideológico y convertirse en opciones políticas factibles.

Sin embargo, estas opciones están borradas del mapa. A pesar de tener una larga trayectoria en la política electoral, todavía no existen las condiciones ideales para que un ciudadano común pueda acceder al poder sin pasar por la aduana de los partidos políticos.

Por otro lado, los partidos “nuevos” que obtuvieron su registro recientemente (Redes Sociales Progresistas, Partido Encuentro Solidario y Fuerza Social por México) se incorporan a la arena electoral en condiciones peculiares. Esto es, se identifican con uno u otro bloque político existente y, por tanto, no se pueden llamar opciones nuevas.

En suma, nuestro sistema electoral está tomando una coloración en dos tonos. Solo dos opciones contrapuestas que abonan a la polarización extrema que veremos en las campañas. Este escenario tampoco es nuevo en México, justo en 2006 tuvimos un capítulo en donde las dos opciones confrontadas dejó un saldo negativo en la política nacional. Ojalá no repitamos ese error.

@2010_enrique  

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