En tiempos de pandemia en los que las visitas a mercados, los apretones de manos, las “selfies”, los mítines y, en general, el contacto directo con la ciudadanía, deberá ser limitado, los medios de comunicación y en particular las redes sociales, serán los intermediarios “esenciales” para las campañas y precampañas electorales. Y por esto ya se nota el interés de partidos, aspirantes y sus equipos de campaña de obtener el máximo de seguidores aunque está claramente demostrado que un “like” no es un voto el día de la elección.
Después de que en EE.UU., se puso en tensión la libertad de expresión y la difusión de noticias falsas, debemos tener claro que el rumbo a la elección del 6 de junio dichas plataformas serán clave, pero no necesariamente responsables políticamente hablando. La razón es simple: son empresas privadas y no están obligadas a regular la discusión pública.
Así que si la cancha electoral será digital, debemos estar preparados para una creciente oleada de noticias políticas falsas, para sembrar calumnia y difamación, aprovechando que la ciudadanía no siempre se toma tiempo para informarse y desarrollar opiniones políticas serias, quizá porque nos hemos acostumbrado a la inmediatez, y a los fragmentos cortos y editados de las redes.
También hay que prestar atención en los discursos de odio. Cada vez con mayor frecuencia somos testigos de agresiones verbales, comentarios hirientes, discriminatorios o violentos si alguien expresa abiertamente una posición política. Así que vale la pena estar atentos si partidos, coaliciones y candidatas o candidatos están dispuestos a hacer campaña sin abonar a la polarización, y menos a la incitación a la violencia. Las elecciones se ganan en las urnas, pero a veces también se pierden en la red

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