En estos días los partidos políticos se encuentran en una de las etapas más álgidas de su vida interna. Me refiero al proceso de selección de candidatos, que en ocasiones anteriores no era tan público como ahora.

Antes, el argot político se refería a estas personas como los “tapados”. Es decir, esos personajes que no tenían rostro, porque las reglas no escritas dictaban discreción, mesura y disciplina hasta recibir una llamada de la dirigencia nacional, para dar la buena o mala noticia.

La cultura política emanada del viejo régimen, obligaba a los seleccionados a salir a los medios para agradecer el acuerdo unilateral de los sectores organizados del partido, que habían tomado en cuenta la trayectoria del elegido. Por el contrario, los no favorecidos solo tenían una opción, el silencio y la lealtad.

Ahora vemos una dinámica distinta. Son conocidas las aspiraciones de los candidatos desde antes que se haga un proceso de selección en sus organismos partidistas. Y esta labor, llena de luz un mundo que hasta hace poco era obscuro y oculto para una mayoría.

Lo normal, por tanto, es ver actores políticos muy activos en todos lados. En su legítima aspiración realizan eventos públicos, testimonian en redes sociales su actuar, participan en medios de comunicación, etc.

En una palabra, esos procesos internos ahora son públicos y la inscripción de aspirantes, parece que está abierta a cualquier interesado. Pero no hay que ser tan optimista. Los conocedores de la materia saben que lo anterior es pura fachada.

Lo cierto es que la selección de candidatos en cualquier partido, son procesos que invitan a la participación de sus militantes y simpatizantes, pero que previamente ya existen acuerdos y cuotas. Eso ocurre en todos los organismos políticos sin excepción.

Por tanto, hay que celebrar que somos testigos de este festín político donde los participantes se muestran muy motivados, al momento de la inscripción para contender por un cargo de elección popular en algún partido político.

Pero también hay que ubicar que no todos tienen las mismas posibilidades ni los mismos méritos. Es decir, este que parece un mecanismo abierto a los ojos de las personas, en realidad es una fachada para legitimar una de las etapas más difíciles de la política.

Seleccionar perfiles que ganen elecciones, representa un galimatías que pocos pueden resolver. Se debe de tomar en cuenta la identificación con un proyecto político, el arraigo e identificación en el lugar donde se quiere competir, el capital político, económico y territorial del partido, entre muchos más.

Pero, ante todo, los partidos políticos toman en cuenta el criterio pragmático. Le dan una candidatura a la persona que garantice el triunfo. No importa otra cosa. Se compite para ganar. Más allá de las exquisiteces lo que busca cualquier partido es mantener el poder a cualquier costo.

Quizá por eso, vemos actualmente que hay un amplio desfile de aspirantes en los procesos internos de los partidos. Entre esos perfiles, incluso, hay quienes no tienen ninguna experiencia política pero el criterio pragmático los lleva a presentarse ahí para probar suerte.

Otros están ahí para legitimar un proceso que ya tiene destinatario. Los menos estarán pensando en ser dignos representantes populares. Ojalá que estos últimos se impongan.

@2010_enrique 

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