Una vez consumadas las alianzas en las instancias electorales correspondientes, las reacciones sobre el acuerdo político entre el PRI, PAN, PRD y algunos grupos empresariales, no se han hecho esperar. Hay quienes, incluso, han decretado el fin del régimen de partidos en México, para dar paso a una recomposición total de posturas ideológicas.

Efectivamente, hace unos años sería impensable un bloque electoral que pudiera ser encabezado por tan amplio coctel de posibilidades. Los partidos que ahora buscarán posiciones legislativas en el ámbito federal no solo tienen historia, posturas y liderazgos contrapuestos, sino que hace unos meses compitieron por el poder como acérrimos contrincantes.

Por ejemplo, en el estado de Hidalgo el municipio de Huejutla (bastión político de la huasteca hidalguense), el Partido Encuentro Social ganó la elección municipal. Sin embargo, esa victoria fue impugnada en los tribunales hasta que la instancia federal reconoció el triunfo del actual alcalde. 

Lo anterior no tendría ningún significado especial, sino fuera que la impugnación referida fue promovida por el PRI, quien en la elección que se avecina será aliado político del PES en aquella región.

En otras palabras, el anterior adversario (de hace un mes) ahora será aliado para buscar un espacio en el congreso local. Dentro de la lógica de los actuales aliados, esto es absolutamente legítimo pero bien vale conocer la opinión de las personas, quienes podrán afirmar la viejo enunciado que en política tu adversario de hoy puede ser tu aliado de mañana.

Este pragmatismo político apunta hacia una descomposición del sistema de partidos. Es cierto, como se menciona en la prensa nacional, que estamos en la antesala de una restructura de amplias magnitudes, no solo en los partidos políticos sino en las preferencias electorales.

Por adelantado se puede decir que se acaba de tajo la fidelidad a los partidos. Aquellos grupos pequeños que se identificaban con algún sello político, tendrán que encontrar otros derroteros porque termina la etapa de “amor eterno”. Si las dirigencias de los partidos van y vienen según convenga, los electores pueden hacer lo mismo.

Ahora bien, que sigue para los institutos que solo viven reclutando votos en elecciones y que olvidaron la capacitación, la formación de nuevos liderazgos o simplemente afianzar su responsabilidad de ser puente entre sociedad y gobierno.

En otras palabras ¿hacia dónde van los partidos políticos? Es muy probable que los partidos salgan de la escena nacional, para ser remplazados por amplios movimientos sociales como ya había en México en el siglo XIX. Es decir, que vengan corrientes políticas coyunturales a aglutinar descontentos hacia una postura u otra. No se trata de tener una posición de largo aliento sino reaccionar a circunstancias específicas.

Por ejemplo, en aquel México de liberales y conservadores, había al interior de cada postura los moderados y los radicales. Esos grupúsculos muchas veces fueron la fiel de la balanza que permitió la gobernabilidad en el país.

Bajo esa lógica, ejercían el poder los moderados y en ocasiones eran remplazados por los radicales. Cada grupo con tintes específicos y sin bases ideológicas. Los radicales amanecían siendo moderados o viceversa. Obedecían intereses de grupo, algunos criterios de geografía política o las inercias de la economía. Pero no había fidelidad absoluta para nada ni para nadie.  

Lo cierto, es que ahora la categoría de partido político se encuentra en desuso. Cayeron en una profunda crisis de donde difícilmente saldrán ilesos. Cabe la posibilidad de encontrar una nueva categoría de análisis, porque esas construcciones políticas ya no son referente en estos tiempos.

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