Hace unos meses en Hidalgo y Coahuila se modificaron los calendarios electorales por la pandemia del coronavirus. Las complejas condiciones de salud, llevaron a las autoridades a postergar lo más posible el ejercicio comicial para no exponer las personas.

Han pasado algunos meses y el virus lejos de dar una tregua, parece más letal que nunca. En ese contexto, inicia la elección más grande de nuestra historia, donde se elegirán 21,368 cargos. Millones de ciudadanos en todo el país, estarán convocados a salir a votar en unos meses donde se renovará el Congreso Federal, 15 gubernaturas, diputados locales y alcaldías.  

Bajo este esquema, el riesgo de contagios masivos no está erradicado. Es cierto que se tiene en puerta un plan de vacunación nacional, pero una pequeña revisión del calendario electoral, da cuenta de actividades inmediatas que se deben de realizar en los meses por venir.

Muchas de ellas implican cercanía con la gente como la capacitación electoral, registro de candidatos, precampañas, campañas, debates, por citar las más importantes. De tal suerte que estaremos casi al mismo tiempo en dos pistas paralelas: ejerciendo los derechos políticos y en proceso de vacunación. Ojalá que todo salga bien y un proceso no se atropelle con el otro.

Porque cuando ocurrió la elección local en Hidalgo, existía la posibilidad de postergar la fecha de la elección a través de algunas salidas legales (nombrar autoridades municipales provisionales). Pero en el caso de la elección federal que se avecina, no hay forma.

No existe un precedente en el México moderno de quedarse sin Congreso Federal, por las condiciones de salud producto de una pandemia. Además, en los estados, se generaría una crisis política sin precedentes, derivado de que 15 entidades federativas renuevan el poder ejecutivo local.

En pocas palabras, se tiene que descartar la posibilidad de suspender o prolongar la fecha de la elección. Eso no puede pasar. De tal manera que hay que ser muy escrupulosos con el ejercicio ciudadano que tenemos enfrente.

En unos meses, habrá elecciones federales con un matiz muy peculiar que ya se vivió en Hidalgo y Coahuila. Se convocará a los ciudadanos a eventos reducidos, los medios digitales serán los más usados para promocionar el voto, la originalidad será la regla que sustituya los actos masivos, etc.

Pero lo que no puede haber es un desbordado entusiasmo democrático. Lo cierto es que el humor social no está para esas cosas. Por el contrario, en el ambiente hay descontento, fastidio, hartazgo con la nueva normalidad.

Cualquiera pensaría que muchas personas tienen en este momento otras prioridades antes que ejercer a plenitud su derecho al voto. Pero para sorpresa de algunos, la reciente encuesta que publica Consulta Mitofsky en el periódico el Economista, arroja que las elecciones para renovar la Cámara de Diputados, generan una expectativa entre el electorado del 62.7%.

De esta manera, se mantiene un interés mayoritario por participar en la vida pública de México. Eso es muy favorable para la democracia siempre y cuando no vaya en detrimento de las condiciones de salud de la población. 

Quizá los ciudadanos muestran ese interés, porque esta convocatoria para elegir diversas autoridades locales y federales representa una oportunidad de oro, para castigar desde las urnas a los actuales tomadores de decisión; o bien, para refrendar un compromiso político por el trabajo realizado. 

@2010_enrique

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