Tan solo al llegar se percibe un entorno que nos remonta a un pasado que va ligado a recuerdos de la familia, de la escuela, quizás del primer empleo.
Un bazar de antigüedades, es un espacio donde se pueden adquirir artículos que ya no tienen uso alguno, pero que pueden servir de adorno en la casa o en la oficina, como muebles de los siglos 19 o 20, espejos, teléfonos, lámparas, máquinas de escribir y de coser, calculadoras, revistas, etcétera. Todo en buen o regular estado.
A diferencia de otros comercios, los precios no suelen ser fijos, admitiendo en la negociación un cierto grado de regateo.
El precio final dependerá entonces de la antigüedad del objeto, su estado de conservación y de su demanda.
Ernesto Ramos Aguilar, propietario de bazar El Fonógrafo, durante más de 25 años, se ha dado a la tarea de recopilar diversos objetos, una tarea nada fácil que implica mucha dedicación y amor al arte.
Se puede encontrar de todo un poco, desde un piano, órganos, muebles del siglo 18, como: roperos, tocadores; teléfonos domiciliarios, con la clásica rueda o con una manivela a una caja de resonancia; teodolitos, fonógrafos, cámaras fotográficas, máquinas de escribir, de coser, binoculares, telescopios, radios de transistores, botellas de refrescos y monturas.
Algunos artículos refiere el entrevistado, aún tienen uso; otros solo sirven para adornar la casa o la oficina.
“Cualquier objeto, ya sea grande o pequeño, puede comercializarse, ya que existen muchos coleccionistas y personas a las que les gusta restaurar diversos artículos”.
A su negocio ubicado frente al Museo del Ferrocarril, ha llegado gente que va de paso y su estancia en este lugar, puede prolongarse hasta dos o más horas.
“Este negocio, va ligado a la cultura, a la música y todo aquello que se resiste al olvido”, expresó el entrevistado

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