Lo mejor del triunfo de Joe Baiden, es su compañera de fórmula, Kamala Harris. Hago la anterior afirmación por dos razones: en primera instancia, por la importancia histórica que representa tener una mujer de color como la segunda al mando en la Casa Blanca. Pero, sobre todo, porque la abogada californiana, tiene una descendencia asiática. Esa categoría de migrante será –presumiblemente–, un punto clave en un contexto de creciente confrontación racial en Estados Unidos.  

Tampoco hay que ser ingenuo porque cuando Baiden logra la postulación demócrata, se tenía que pensar en una fórmula al poder con ciertos equilibrios. En este sentido, resulta obvio que la candidata a la vicepresidencia, tenía que ser alguien joven y preferentemente, menos blanca para tener una fórmula presidencial que reflejara una composición más atractiva en las urnas.

Ese elemento jugó un papel clave, porque no debemos olvidar que los norteamericanos aman las historias de superación y éxito. Ahí, Harris cumple un rol determinante, porque su historia es propia de contarse mil veces. Producto de un padre que nació en Jamaica (una de las naciones más pobres del continente) y de una madre que emigró a Estados Unidos desde India. Con estos elementos, Harris es el mejor ejemplo de que el país de las barras y las estrellas, sigue siendo generoso.

Aunque su paso por las instancias de administración de justicia no está exenta, de críticas. Harris tiene a su favor la etiqueta de “policía” por su rigor en la aplicación de la ley y el orden. Lo anterior, se corrobora en su trayectoria como fiscal de distrito de San Francisco y como fiscal general de California.

Y aunque esa fortaleza pueda ser interpretada como una debilidad, porque la vicepresidenta electa se puso del lado de la policía frente a los sospechosos incluso en casos en los que estos pudieron haber recibido una condena injusta, lo cierto es que la mayoría de los ciudadanos abalan la mano dura en la aplicación de la ley.

No obstante, el papel de la recién electa será lidiar con la oposición. Y las características que se han citado parecen robustecer la idea inicial de que Harris será de gran valía para la política interna. Capaz de enfrentar los obstáculos con los legisladores que tendrán en la californiana un “bloque de acero”

Dando un giro a la inicial línea discursiva, México queda rezagado de los temas que el presidente Biden y la vicepresidenta manejan. En realidad, quedamos muy lejos de sus prioridades. No obstante, no será la primera vez que se tiene que reinventar la política bilateral.

Quizá no se inicie de cero, pero los antecedentes parecen ser poco alentadores. Porque las prioridades del vecino del norte radican es una reactivación del tema de salud (ampliar los servicios médicos), una “operación cicatriz” al interior de toda la nación producto de un proceso electoral que polariza a la opinión pública y reforzar su economía local. 

Con esta agenda, la política exterior jugará un papel secundario y probablemente no se contemplen grandes cambios en lo migratorio ni en el comercio binacional. En este sentido, nos depara nuevamente una vecindad distante como la llamó Alan Riding

Por lo pronto, Estados Unidos ya tiene presidente electo. Al parecer, los días de incertidumbre quedaron atrás y solo resta ver la actitud con la que Trump regresa a gobernar, después de una agitada campaña para buscar su reelección. Quizá, y teniendo en cuenta su tozudez, los que vienen serán todavía días de desasosiego.

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