En la vida como en la política, la revancha suele ser una práctica común. Las condiciones pueden ser favorables a un grupo, pero de repente cambian el escenario y favorecen a otro. En conclusión, lo efímero parece ser la regla.

Bajo este esquema, lo que ha ocurrido con Andrés Manuel López Obrador y Felipe Calderón Hinojosa, parece un extracto de novela de intrigas y desencuentros. En 2016, el expresidente del PAN, contó con los aliados necesarios que le permitieron tener todo el poder en su sexenio. En ese mismo periodo, el ahora presidente no tuvo más remedio que llevar su perorata de fraude electoral, por todo el país con mediana fortuna.

Al cabo del tiempo, las penurias de López Obrador empataron muy bien con un sector de la población, que lo llevó a la presidencia con un capital político envidiable. Mientras que a Calderón Hinojosa, las preocupaciones se le acumulan a diario.

Para el oriundo de Tabasco, las cosas se le han acomodado a la perfección. A través de las instituciones del Estado, se inició una investigación que trajo como consecuencia que Genaro García Luna, ex secretario de Seguridad Pública en la administración calderonista, este en una cárcel de Estados Unidos, acusado por recibir sobornos del Cártel de Sinaloa y cuatro conductas ilícitas en detrimento de la seguridad y salud pública.

Aquel exfuncionario de primer nivel y artífice de toda la estrategia de combate al narcotráfico menoscaba con inusitada rapidez, la frágil imagen pública de Calderón, quien en su peor racha política, recibió también la mala noticia que su partido no obtuvo el registro nacional.  

De tal manera, que en 14 años cambió todo el escenario para la pareja Calderón-Zavala, quienes apuntaban a ser la principal oposición del gobierno actual. Pero omitieron una constante en la política: la venganza se tarda, pero finalmente llega. Dicho de otra manera, el presidente en funciones no olvida fácilmente a sus adversarios.

Aunque también hay que decir que se quedaron muchos cabos sueltos. Por ejemplo, nos acabamos de enterar que García Luna, recibió entre 2012 y 2017, contratos del sector público por 390 millones de dólares. Adicionalmente, en julio de 2012, cuatro meses antes de que concluyera el mandato de Calderón, una empresa ligada a García Luna, llamada Nunvav Inc, obtuvo un contrato anual por 19 millones de dólares para dar un curso de capacitación de una hora y media a tres personas que no laboraban en el área contratante.

Este contrato implicó un pago de 211 mil 111 dólares (4.15 millones de pesos por minuto al tipo de cambio de entonces) por una capacitación de una hora y media. Con estos elementos, es relativamente sencillo llamar a cuentas a cualquiera.

Pero si adicionalmente se tienen argumentos políticos se hace más sencillo el revanchismo. Porque todavía no termina el viacrucis, dado que está en puerta el juicio a los expresidentes. Por tanto, no se deparan noches tranquilas para Calderón.

Por último, podría marcase un precedente en todo esto porque dentro de unos años el propio victimario, López Obrador, podría cambiar de posición y convertirse en víctima. Debido a que la toma de decisiones en un gobierno siempre deja cabos sueltos. Y más, cuando ya está institucionalizada la práctica de enjuiciar a los mandatarios federales.

En conclusión, es probable que estemos en el umbral de los tiempos marcados por el revanchismo político en su máxima expresión. Pero, quizá, esto sea el inicio para tener un sistema político más vigilante de las malas prácticas que fortalezca nuestra frágil democracia. 

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